Enfermar y sus sentidos


  

Distintos puntos de vista o marcos teóricos, desde concepciones filosóficas, religiosas, científicas o artísticas, abren puertas a nexos que pueden frecuentemente ayudar a entender por qué enfermamos.
La homeopatía, o mejor dicho quizás, el homeópata, puede integrar este mundo interdiciplinario, en un juego que enlaza al enfermo y sus circunstancias con el medicamento, su patogenesia y los sutiles puentes que se despliegan entre los diversos caminos del conocimiento.
La multidimensión y causalidad de los fenómenos  forma parte de una unidad, a la que no podemos acceder por no tener los “ojos para verla”. Pero nos aproximamos cada vez que “enlazamos” una cosa con otra, cada vez que nuestra comprensión se hace más abarcativa e intuimos en el fondo esa gran unión con el todo.
Muchas veces, en las propias características del medicamento se encuentra una similitud con la “parábola” que encierra la historia de vida del paciente.
Un ejemplo de los que hay muchos en homeopatía: pacientes curados con un medicamento,  Stramonium, presentan frecuentemente como aspecto nuclear conflictivo de su persona una profunda desvalorización de sí mismos , se dicen  “que no valen nada, que son una basura”. Curiosamente el stramonio es una planta que crece en terrenos baldíos, en basurales.
La homeopatía deja un campo abierto a las asociaciones y comprensiones paralelas que desde otros ámbitos  de estudio  pueden contribuir al crecimiento de la propia homeopatía (y en la recíproca a otras disciplinas ) pero fundamentalmente  a la curación de cada paciente.

Muchas veces se siente que es la “pérdida de sentido” en la vida la que conduce a “enfermarse”.
Esa “pérdida de sentido de la vida”, existencial, psicológica, en realidad, ya está hablando  de un desequilibrio de la energía vital que originó posteriormente ese sentimiento.
 Recuperar “el sentido” es recuperar esa energía que nos mueve, nos entusiasma y  nos “impulsa” ávidamente en la experiencia de la vida.